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La eterna búsqueda de una banda

Publicado: 2016-11-13


-“Para Martín Pumar, el alcalde de Villa el Salvador… no hace ni mierda…”

Con esta particular dedicatoria a la autoridad municipal, se dio inicio a un concierto realizado en el distrito referido, trasmitido en vivo por “Radio Nacional” hace ya más de una década, específicamente el 20 de julio de 2002. Aquella tarde-noche se presentaron una serie de bandas, algunas míticas como Leuzemia o Rafo Raez y los Paranoias y otras que habían hecho su aparición en la “escena” hace no mucho como era el caso de “La Pezuña de mi Abuelo”. Al llevarse a cabo en un auditorio, se encontraba prohibido el consumo de alcohol; sin embargo, el vocalista de la banda que iniciaba no demoró en pedírselo al respetable.

-¿Alguien ha traído trago?– pronunció hacia el auditorio, divisando inmediatamente a un grupo de veinteañeros que levantaban una botella de plástico, con un extraño contenido de color verde, en señal de complicidad.

–Ya ven, ahí hay trago– añadió.

En aquella época, como también ahora, al enterarme que tocaría una banda punk (o eso decían de quienes estaban en el escenario) ponía bastante atención a sus letras a fin de encontrar en las bandas locales esa “actitud” que encontraba en ciertas bandas foráneas, más aún en el caso de la primera banda, la cual, hasta donde tenía conocimiento, era del mismo Villa, uno de los distritos más pujantes de la que muchos llaman “La Nueva Lima”, pero también uno de los que tiene mayores índices de pobreza a nivel capitalino. A pesar de ello, el grupo aludido, en la misma línea de casi todas los grupos punk –o que “sonaban” como tales– que arremetieron en la primera década del nuevo siglo, tenía un discurso -parafraseando a Pedro Cornejo Guinassi- “alpinchista”; es decir, con un manifiesto desinterés hacia lo político o social, concentrándose en temas personales -rarísimas veces intimistas- como el amor, desamor, la irresponsabilidad, el desgano, las aventuras vividas en una noche de juerga, el endiosamiento del alcohol o de las drogas y un sinfín que reforzaban la posición de muchos que se trataba de simple y puro pop core. No obstante, una canción llamaría bastante mi atención, canción de la cual me referiré en líneas posteriores.

La segunda banda en presentarse en el escenario fue “La Pezuña de mi Abuelo”. Los había escuchado por primera vez un jueves de abril de ese mismo año, en un concierto semivacío en el Barlovento de Barranco, donde también tocarían Futuro Incierto y Maestro Caníbal. Ese julio, antes de iniciar su performance, el vocal pronunció:

–Queremos expresar nuestra solidaridad con los familiares de la tragedia ocurrida en Monterrico– en alusión al terrible incendio ocurrido en la discoteca “Utopía”

–¡Calla mierda!-se escuchó inmediatamente desde algún lugar del público, ante lo cual el intérprete de “La Música”, respondió con una abreviada mentada de madre, haciendo énfasis en la última letra, léase: May. Luego de interpretar varias canciones, como consecuencia de una sistemática burla por parte de un sector del público respecto de su peso al equipararlo con diversos personajes con exceso del mismo, Nico, bastante molesto les increpo: ¡Que Ñoño, que Toby, que Tongo, vivo te crees, descubridor te crees!, ya causa, cierra la boca que está apestando a semen. Inmediatamente señaló: Esta canción va dedicada para todos ustedes: Odio.

Posteriormente a esta accidentada presentación, llegaría el turno de “Ruido Negro”, banda cajamarquina formada en 1994 la cual a juicio de Rafo Raez –y para muchos de nosotros-fue la sorpresa de la noche. “Este momento es suyo, vívanlo, disfrútenlo”, enunció el vocalista antes de lanzar los primeros acordes. Esa vez, se dejaron escuchar, entre otras, canciones como “A ciegas por un camino” o “Entre el fuego y acero”, pero fue la interpretación de “Muchacho Provinciano” -de autoría de Juan Rebaza y que hiciera conocida el mítico “Chacalon”- en ritmo punk que hizo que el respetable -previo grito de ¡Vamos Villa! por parte del cantante- vibrara a más no poder, traduciéndose en un inclemente e incesante pogo.

Le siguió el autor de “Vergüenza de Existir”, quien interpretaría temas como “Dr. Merengue”, “Violador”, “El hombre que quería ser un árbol”, “Pelicano” entre otros, haciendo que los impacientes y repetitivos gritos solicitando a Leuzemia, cesaran de inmediato.

Esta última banda a-sino quien otra- sería la que cerraría el concierto. “De puta madre estar acá, de puta madre, carajo”, exclamaría Daniel F bastante emocionado para empezar con “Pedro Marmaja”, seguida por “Sed de Sed”, “El Asesino de la ilusión” y demás, en más de una hora de duración para cerrar con “Al colegio no voy más ”-para que si yo ya sé un recontra montón diría- y con “Por las sendas del pastel”, donde todo el auditorio en un increíble pogo entonaba a viva voz: “!A la mierda lo demás!”

Al fin del evento, una voz en off que asemejaba a un locutor radial de los años cincuenta enunció: “Y este fue el concierto de música rock, nos veremos en una próxima ocasión”, desentonando totalmente en fondo y forma con el esquizoide espectáculo acaecido.

Sin embargo, tal como mencione al inicio, una canción en particular llamaría mi atención, una canción emitida por una banda “repetida”, parecida en sonido y sobretodo en letras vacuas y superficiales a las que se esparcían como un virus en burbuja por todo Lima en aquella época, a través de una que decía:

“Dicen que yo no sirvo para nada

Dicen que solo digo huevadas

Pero no es justo, yo solo quiero divertirme

De viejo pa’ morir, fumon, cagao, pastruleao

Fumón, cagao, siempre bien pastruleao”.

A pesar de personificar esa melodía todo lo que siempre deteste y detesto en bandas que dicen llamarse punk, en ese particular momento y por ese corto lapso, esa letra tan ligera y aparentemente autodestructiva, hizo que olvidara los problemas existenciales que me abordaban, permitiéndome así empatizar con “los otros”, a los que empecé más que a tolerar, a respetar e intentar comprender.

En base a ello, invoco a todo aquel que haya escuchado a la banda aludida o que tenga algún conocimiento de ella, que me diga que fue de su existencia, si sigue en actividad o desapareció como tantas otras, a fin de poder agradecerles porque en una tarde-noche de julio de 2002, hicieron que las dudas, temores y la angustia incesante se esfumaran, permitiéndome después de muchos días, esbozar una tímida y a la vez esperanzadora sonrisa.


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Pavel Munoz Ayona

Tan pretencioso como tú.